La piel del bebé es muy sensible y, por tanto, hay que protegerla de agentes externos, de los cuales uno de los más importantes es el sol. Hablemos primero del día a día. Cuando salimos a pasear, nuestros niños suelen estar vestidos quedando pocas zonas del cuerpo expuestas. Además, hay que recordar que la exposición al sol es necesaria para la producción adecuada de vitamina D. A esto, hay que sumarle el hecho que no es conveniente el uso de filtros solares antes de los 6 meses de edad (no es que no se pueda, sino que no se recomienda) por lo que opinamos que en los paseos diarios no sería necesario ponerle filtro solar a los niños, siendo suficiente las barreras físicas (gorras, sombrillas…).
Otro tema diferente es cuando vamos a pasar el día a la playa. Muchos padres comentan que los niños van a estar debajo de la sombrilla, pero en la playa no solo hablamos de exposición directa al sol: hay que tener en cuenta los rayos reflejados en la arena y el agua. En este caso, debemos evitar la exposición directa del niño al sol en las horas de sol “más intenso”, que abarca de 11:00 de la mañana a 17:00 de la tarde. Además disminuiremos el peligro de quemadura solar si disminuimos la superficie de piel expuesta, en este sentido podemos usar los “bodies” o mallas con filtro ultravioleta, que cubren la mayor parte del cuerpo del niño y los protege.
Aún así, siempre quedan zonas expuestas que debemos proteger y para ello podemos usar los filtros solares. Hay de 2 tipos: químicos y físicos. Dada la sensibilidad de la piel de los pequeños, junto con la mayor probabilidad de dermatitis y alergias con su uso, hacen que los filtros químicos (son sustancias que absorben la radiación UV-a, evitando su daño en la piel) NO SEAN LOS MÁS ADECUADOS para los niños en los primeros años. Por tanto, nos centraremos en los filtros físicos: suelen ser a base de dióxido de titanio o de zinc. Estos crean una capa protectora sobre la piel de manera que los reflejan los rayos UV-a (son los que más nos llegan, ya que la totalidad de los UV-c y la mayoría de los UV-b suelen absorberse en la atmósfera); como ventaja añadida, suele dejar una coloración blanquecina de la piel, de manera que podemos saber visualmente si la crema se ha ido para volverla a aplicar.
En cuanto al factor, debe ser el de mayor protección (50+) e, idealmente, que tenga formulación para niños (“kids”) ya que estos evitan el uso de parabenos y perfumes en su formulación.
RESUMIENDO EN UNA FRASE: evitar las horas de calor “más fuerte”, usar medidas físicas (sombrilla, gorras o mallas con filtro UV), utilizar filtros físicos en niños pequeños y aplicarlo abundante y frecuentemente, de factor 50+, sin parabenos ni perfumes.
Etiquetasalimentacion Primer y segundo año