Durante el embarazo, el bebé está aislado en el útero y rodeado de líquido amniótico, de manera que los estímulos sonoros y táctiles les llegan con gran amortiguación. Cuando nace, se le somete a numerosos estímulos lumínicos y sonoros, por lo que tendrá que pasar un periodo de adaptación al medio extrauterino. Si a esto añadimos la inmadurez de los sentidos, no resulta extraño que nuestros bebés presenten cierta hipersensibilidad y que se asusten con facilidad. De hecho, el que no lo hagan nos pondría alerta ante la posibilidad de un problema de audición.