Cuando nace el bebé, es frecuente que tenga una obstrucción del conducto lacrimal. Este conducto va desde el canto interno del ojo hasta las fosas nasales; es muy fino y suele obstruirse por membranas, restos epiteliales y mocos. Por ellos, la primera actuación ante las legañas de nuestro bebé es limpiar con una gasa y suero fisiológico y, posteriormente, coger la costumbre de realizar varias veces al día masajes circulares suaves en el canto interno del ojo, teniendo mucho cuidado con presionar el globo ocular (la presión debemos hacerla sobre el hueso), para continuar con movimiento de dentro hacia afuera y de arriba abajo. De esa manera llegará el momento que la obstrucción desaparezca. En caso de no ser así (persistencia de lacrimeo continuo o conjuntivitis de repetición), el pediatra derivará a nuestro hijo al oftalmólogo cuando cumpla el año de edad.
Hay que detectar cuando hay una conjuntivitis y esto lo notaremos cuando las legañas son muy abundantes y persistentes, a pesar de lavados continuos con suero fisiológico. En ese caso consultaremos con nuestro pediatra, quien probablemente te recete un colirio antibiótico.
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